¿Lo aparentemente inútil es útil?

Hoy quisiera reflexionar con ustedes sobre un área del ser humano que en estos días ha ocupado un lugar diferente, tal vez, por la realidad que estamos atravesando.  Esta realidad que nos está llevando a enfrentar una serie de desconexiones: desconexión con ciertas personas que habitualmente convivíamos, a una serie de hábitos, actividades, rutinas, lugares, etc., y estamos aprendiendo a conectar con los otros y con lo otro de un modo diferente. 

Y me refiero, a la dimensión estética de la persona. ¿Qué es eso? ¿Lo tenemos? ¿Todos? ¿Desde cuándo? Pues sí, todos la tenemos, de fábrica venimos con ella. Cuando los prehistóricos, albergados en la cueva de Niaux (una especie de catedral natural del Paleolítico, situada en la Occitania francesa) miraban el impresionante panorama que se desplegaba ante su vista, probablemente quedaron atrapados por el impacto de lo que detectaban, que los llevó a plasmar sus impresiones. A diferencia del animal, para quienes su capacidad de conexión y comunicación es meramente institiva, la persona necesita de un algo más que eleve los procesos de vínculo y expresión. Y ese algo más nos lo regala la posibilidad de creación y contemplación que logra la dimensión estética. Es por ello, que vemos que la actitud estética surgió desde un inicio y aún no ha muerto, sólo se ha amalgamado según el momento histórico, no ha habido pueblo ni nación que de alguna manera no manifieste su dimensión estética según costumbres, creencias, tradiciones, religión, ideología y cultura propias.

¿Qué haríamos entonces en este confinamiento sin esta posibilidad de experiencias estéticas? ¿Por qué las estaremos buscando más que antes? ¿Sólo porque tenemos más tiempo?

No, un contundente no, el hombre al sentir estos vacíos ante realidades en crisis, tiene la necesidad de estética, hambre de belleza, de nutrir lo propiamente humano, que sólo una experiencia estética tiene el poder de nutrir.

En un ejercicio un tanto inconsciente, hoy hemos acudido a ella, porque el hombre al estar en contacto con experiencias estéticas pone en acción todo su ser, es decir, se activa la esfera física, emocional e intelectual al mismo tiempo. Más que en ningún otro proceso humano, se detona la imaginación ante nuevas posibilidades, se enciende la observación, reflexión y análisis y se desatan una serie de movimientos emocionales liberadores. Y entonces se vive un proceso energético integrador, de conexión con uno mismo, con los otros y con lo otro, que ante vivencias complejas como la actual, resulta una medicina poderosa y restauradora. Que llena, que alimenta, que regresa al hombre a su centro.

Antes de esta pandemia ¿qué lugar tenía en tu vida? No sé, y no es relevante hoy la respuesta, solo te invito a que no la vuelvas a soltar, porque la dimensión estética de la persona, que en apariencia es inútil, es tremendamente útil hoy más que nunca.  

Escrito por: Ingrid Kaiser

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