La percepción del tiempo en el confinamiento

Sabia virtud de conocer el tiempo decía Renato Leduc en su poesía y hoy me cuestiono yo sobre qué ha pasado con el tiempo como lo conocíamos. Definitivamente muchas cosas han cambiado desde que nos encontramos en confinamiento. Hemos visto alterados nuestros estados emocionales, nuestros patrones de sueño, nuestros hábitos alimentarios y aunque el reloj sigue marcando los segundos, los minutos y las horas algo ha cambiado con el tiempo: nuestra forma de percibirlo.

El tiempo no se ha detenido, Chronos sigue haciendo su labor igual que siempre, pero pareciera que el resto de la humanidad no está funcionando de la misma manera. Muchas personas describen estar sumamente cansadas y esto no se debe solamente al agotamiento emocional. La mayoría de mis pacientes reportan estar trabajando muchas más horas que las que acostumbraban cuando lo hacían en sus lugares de trabajo. Pareciera que el reloj biológico hubiera cambiado su ritmo y perdiéramos la capacidad de detectar cuando debemos parar, cuando es prudente llamar a un colega o un empleado, cuando es importante cambiar de actividad, cuando hay que descansar.

Hoy estamos confinados en un mismo lugar y la percepción del tiempo está íntimamente vinculada al espacio, reconocemos donde nos encontramos gracias al transcurrir del tiempo y reconocemos en qué momento estamos relacionándolo con el lugar en el que nos encontramos. En condiciones normales los cambios de espacio nos van marcando el ritmo y el transcurrir de las horas. Salimos a trabajar o vamos a la escuela, es hora de comer y cambiamos, realizamos nuestras actividades vespertinas. Así, todas nuestras actividades tienen su tiempo y su espacio.  Estos ritmos y cambios nos organizan podemos pensar “mañana le llamo, ahorita ya no está en la oficina” “No es hora de comer” “Este no es el lugar” “Ya no es momento”. En resguardo no contamos con estas rutinas y  por eso nos sentimos confundidos.

Imaginémonos si estos cambios han sido confusos para los adultos, como lo están viviendo los niños, quienes al perder esta relación espacio-temporal cuentan con menos esquemas mentales para establecer relaciones y organizar su experiencia. Es por eso que, si queremos mitigar en ellos los efectos desorganizantes de esta nueva normalidad, debemos ayudarlos estableciendo rutinas que ordenen la experiencia. La desorganización es causa de desregulación en los niños. Los debemos ayudar a ajustar de nuevo ese reloj biológico con rutinas que respondan a ese cuerpo que nos manda señales de lo que necesita: ya estoy cansado, ya fue mucho videojuego, ya es hora de comer, ya no puedo más tiempo en pantalla.

Para poder ayudar a los niños, los adultos tenemos que modelarles conductas de autocuidado y rutinas saludables. Diferenciemos y respetemos bien los tiempos y espacios de trabajo y los de recreación marcando puntos de inflexión. Respetemos también los de las personas con las que vivimos y con las que trabajamos y digamos Sabia virtud de respetar el tiempo, porque el tiempo como decía Paracelso es la cosa mas valiosa que una persona puede gastar.

Hasta la próxima

Alejandra Jiménez Gutiérrez.

 

Alejandra Jiménez