¿Cómo aprenden a hablar los bebés? Convirtiendo lo ordinario en extraordinario.
Una de las principales características que nos diferencia del resto de las especies es la manera en que nos comunicamos a través de la palabra, o acaso ¿no es maravilloso que a través del lenguaje podamos describir nuestras sensaciones, narrar nuestras más preciadas experiencias o exponer nuestros más valiosos pensamientos? Y es que la complejidad del lenguaje es tan grande que muchos se han dedicado a investigarlo, cayendo en cuenta de la gran cantidad de elementos que los bebés y niños pequeños tienen que aprender para consolidar este gran sistema.
Pero, ¿cómo lo hacen? ¿cómo logran aprender a colocar la lengua en tan distintas posiciones dentro de una palabra a tan temprana edad? ¿cómo consiguen poner sustantivos, verbos y otros bloques de la conversación en el orden correcto? ¿cómo adquieren la capacidad de inferir significados no explícitos? En todo el mundo, los niños aprenden a hablar sin instrucciones precisas, lo que ha llevado a muchos a pensar que es una función natural, ya que el feto y el recién nacido tienen aptitudes para el lenguaje. Sin embargo, otros más, refieren que es producto de la estimulación externa indicando que los padres y cuidadores somos participantes activos en el desarrollo del lenguaje de nuestros hijos. Pues resulta, sin temor a equivocarme, que la naturaleza y la estimulación están entretejidas para lograr lo que yo considero mágico: el uso de la palabra.
Guiados por el desarrollo que se observa en los niños de todo el mundo podemos darnos cuenta que tanto para el niño que habla mandarín como para el que habla español, el camino es el mismo: el feto desarrolla el oído y escucha nuestras conversaciones y cadencia, seguido por el recién nacido que participa con su mirada y sonidos sutiles; posteriormente el bebé, que a pesar de no articular ninguna palabra hace análisis de nuestra habla para capturar los sonidos y comenzar el balbuceo; el infante que nos deleita con sus ocurrencias y exigencias sin pronunciar ninguna palabra, hasta los pequeños que pueden hablar párrafos completos sin detenerse. Lo que hace el camino diferente en cada niño, es la capacidad del cuidador de hacer de lo ordinario, algo extraordinario.
Por Marcela Barrón.